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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

28 de mayo de 2012

Así era la Fiesta de Toros Coleados!!

Cruz  Diez.Tomado de Tolvaneras GFB

Agamenón, mire, hermano, Ud y Ciriaco, que no conocen el toro, aquel que viene adelante corriendo, con la cabeza levantada, es el bicho.  Corramos con todo cuidado para auxiliarnos el uno al otro con rapidez. Salgámosle delante para que el  ganado chacee y busque los madrineros.

Así mismo lo hicieron. Andándole delante, el ganado buscó, en efecto los madrineros. Los ocho hombres arrollaron la mancha de ganado japiándola y gritándola, corriendo con toda fuerza para que no hubiera lugar a devolverse ninguna res. Pero cuando empezó a entrar el ganado a los madrineros, el araguato no quiso entrar, rompió filas por donde venían Romero y Agamenón, poniéndole la vista a Rafael Romero. Romero, cuando se dio cuenta que el toro lo venía persiguiendo, dijo para sí: “se acabó mi León Parado, éste me lo mata esta fiera”: Agamenón vio  el apuro  en que estaba su amigo; enseguida le abrió las velas a su hermano de leche, que era su caballo Jovial. En un momento, el toro le dio alcance a Rafael y, cuando quiso cornear el caballo, le llegó Agamenón y le tendió el chaparro por los lomos. El toro, cuando sintió el golpe tan formidable, tiró un par de patadas al aire y siguió corriendo a la par del caballo de Romero, el cual no cesaba de sobar a su caballo   hasta con el sombrero.  Agamenón vio que tirarle un lazo era un peligro por lo juntos que iban y ,  si el toro le mataba el caballo a Romero, él se culparía de ser un llanero inútil. En el momento pensó que no le quedaba otra operación que desviar el toro, era coleándolo. Así fue, enseguida le cogió el rabo, se fue a la paleta y le tiró lo más duro que pudo. El toro, que no pisaba el suelo, no supo cuando se desequilibró y dio dos vueltas en el suelo. Loreto, Rafaelito y Ciriaco, que venían detrás, cuando el toro quiso pararse, le pusieron dos sogas. El araguato, cuando se sintió enlazado, le extrañó mucho aquellos látigos en el pescuezo, dio un brinco para adelante y vio las sogas que corrían por el suelo. Al fijarse, les aplicó el cacho  picando una  y, la otra, la picó al templarla con sus filudos cuernos que tenía en forma de paleta.
Agamenón le dijo a Romero:

-Hermano,  mire la vaina, creíamos la pelea ganada y el diablo de Mata de Caña picó las sogas, pero si Dios y el Buen Pastor me ayudan, yo le quitaré la vida primero. Choquémosle,  no le tenga miedo a ese pendejo hediondo a trapo de parida.

Los dos compañeros arremetieron por  donde estaba el toro, el cual iba persiguiendo a Loreto muy de cerca. Agamenón sacó del cinto una larga daga y corría con ella en la mano. Romero sacó una punta larga marcada con el “Casa Mariño”. Ambos corrieron en persecución del araguato que corría atrás de Loreto. Los dos, que seguían de cerca, apresuraron lo mas que podían la carrera.

Agamenón le dijo a Romero:

-Dejarretemos el toro.

Cuando llegaron cerca del toro, Romero se quedó un poco detrás para dejarretarlo y Agamenón avanzó para desnucarlo, descabellarlo. Cuando Rafael quiso cortarle el jarrete, el toro se fue de delante bruscamente, porque ya Agamenón lo había descabellado” Diario de un Llanero. Antonio José Torrealba. Cuaderno N° 12.


 Los toros coleados surgieron de la necesidad de tumbar los animales que se separaban de la manada. Inicialmente era una práctica que formaba parte de la faena del llanero, quien decidía, si colear o enlazar, dependiendo de la situación en que se encontrara.

 A veces por diversión y otras para dominar el animal, lo cierto es que se constituyó en una práctica habitual del llanero.

El coleo llegó del campo  a  los pueblos como una fiesta llanera con mucho lucimiento, donde las muchachas aupaban a su galán y si resultaba ganador, les colocaban cintas de colores como premio.

Nos cuenta Don Eleazar López Contreras en su libro ESTAMPAS MUSICALES DE CARACAS, que "el coleo llegó a Caracas con los llaneros de Páez y se “asentó" en los primeros  años de la República (1830). El Cónsul General de los Estados Unidos, que había asistido a una coleada durante la primera presidencia de Páez, escribió en su diario:

“Había un gentío que parecía divertirse mucho con la mas perfecta tontería que haya visto, para no decir mucho de la crueldad y el salvajismo de tal deporte”

El coleo fue retomado por los gobiernos de Monagas y de Joaquín Crespo, quien se trasladaba a El Valle para las coleadas y carne en vara con música que allí se organizaba. Cuando se celebraba en la ciudad, se cerraban calles (entre las esquinas de Candelaria  y la Rumualda o de Carmen a Municipal) y la gente se encaramaba en las ventanas para evitar una cornada del martirizado toro, que podía ser un asustado pero peligroso novillo.  San Juan también era zona de coleo y, en algunos casos, los muy ricos arrojaban monedas de oro, mientras que las muchachas premiaban con flores o lazos de cintas a los audaces coleadores, que solían ser militares, ganaderos y aficionados en general"

Muchas opiniones coinciden en que el coleo no es una práctica autóctona de nuestro país, sino que  viene de Europa y que probablemente fue introducida a Venezuela junto con otras tantas costumbres y hábitos propias del conquistador.

Una interesante variante para tumbar al toro, distinta al lazo y el coleo, consistio en la “garrocha”, sobre la cual nos cuenta Ramón Páez: 

Con maravillosa destreza los vaqueros esquivaban las repetidas embestidas que les hacían los toros, aún cuando parecía imposible que escaparan de ser cogidos entre los cuernos. La garrocha  desempeñaba en esto de rechazar el ataque, un papel fundamental. Este instrumento, segundo en importancia después del lazo cuando está en manos de un jinete, se fabrica de la liviana y resistente madera de la palma alvarico (Aeneocarpus cubarro), aguzando simplemente el extremo, o fijándole una punta de hierro rodeada por aros sueltos del mismo metal, que cuando se sacuden cerca de las orejas de los animales, los espanta con el ruido que producen. El asta de la garrocha tiene unos 10 pies de largo y aunque no es más gruesa que un bastón normal, es capaz de resistir sin quebrarse, una gran presión. Este instrumento, sirvió de improvisada lanza a los valientes patriotas en la lucha por la independencia.”

“Cuando se persigue un toro que trata de salirse del rodeo y que es más veloz que el caballo, el jinete lucha por alcanzarlo con la punta de su dardo, clavándoselo precisamente en la paleta, ya la empujar la garrocha con todo el peso de su cuerpo, destruye con ayuda de su inteligente corcel, el equilibrio del toro, y lo hace caer de cabeza sobre el suelo. Estos derribos son suficientes para prevenir ulteriores tentativas de fuga y parecen obligar al toro a seguir en el rodeo. Esta hazaña, es sin embargo, una de las más peligrosas de las que realiza el llanero, y solo la ejecutan los más hábiles y experimentados jinetes, porque si en el empuje se rompe la punta  o si el toro cae frente al caballo, en ambos casos resultara una terrible caída y en el ultimo caerá sobre la derribada fiera.” La Vida en los Llanos de Venezuela-Ramón Páez

Garrocha de 8 aretes repiqueteando alegre en el silencio de la faena, para guiar a paso cansino los viejos madrineros! "
Madrineros, novillos cargados de años, paloteados por el tiempo,  amaestrados para mezclarse con el rebaño arisco y calmar sus bríos con la amenaza de sus largas cornamentas y hacerlo marchar hacia la casa distante” La Música de las Charnelas. José León Tapia.

Finalizamos esta entrada con la opinión de Don Germán Fleitas Beroes sobre los toros coleados:

“Cacho en manga es un grito de los llaneros, éste es el grito moderno. En el llano de antes no se decía  “cacho en manga” porque no existían mangas de coleo. Se coleaba, cercando las boca calles de los pueblos. Un coso por allá a 500 mts de distancia de este otro que cercaba la boca calle de cinco cuadras. Se reforzaban la empalizada. Se acomodaban los templetes o los bancos y hacían esas cosas típicas,  donde iba ese mujerío de nuestros pueblos, a aplaudir, a gritar, a ponerle cintas y flores a los hombres que tumbaban los toros.  Pero toro a la llanera , no como los de ahora con esa numerera  y unos caballos extraordinariamente grandes que se le pegan en la cola a un mautico que cae al suelo, casi que lo levantan apenas para volverlo a tumbar. Eso no. Eran toros coleados de verdad,  era la época de los toros grandes y los caballos pequeños. Ahora son los caballos grandes y unos animalitos que son unos mauticos los que tumban estos coleadores de ahora.  Con todo el respeto, pero estas coleadas de ahora no las veo, bueno, me da dolor, me pongo a llorar acordándome de como era tumbar toros “guayao”  y toros guayaos porque esa era otra, era que el hombre se tiraba de  la silla del caballo y seguía corriendo con la cola agarrada y lo tumbaba, el hombre solito y el caballo era bien amansao porque el caballo salía por otro lado y el hombre se enredaba con el toro y lo tumbaba eso era coleo pa´hombre chico!"





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