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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

19 de julio de 2013

José León Tapia, un barinés excelso

En muchas oportunidades he manifestado en este Blog mi admiración hacia este honorable médico barinés que dejó su legado plasmado en muchos libros que con una narración sencilla, nos pasean por el pasado histórico de Barinas.

Hombre de altisima sensibilidad, amante nieto, hijo, esposo y padre, médico humano, honrado y ético, es sin duda un motivo de orgullo para todo barinés y por supuesto para todo venezolano.

Trancribiremos un discurso de agradecimiento con ocasión de un homenaje que le hicieron en 1990:

"Soy un médico que ejerce su especialidad de cirujano en esa Barinas de mis antepasados, donde he logrado varias metas al servicio de mi profesión al presentar ante los organismos competentes, varios trabajos de investigación que me han proporcionado satisfacciones espirituales, por saberme útil a mi pueblo natal.

Pero ha pasado el tiempo con sus cambios indetenibles y esas ilusiones de realización, de cumplir una labor humanitaria hasta el final y dictar a mis alumnos lecciones de ética, humanismo y formación integral en su continuo mejoramiento técnico, se han esfumado ante la realidad actual de una profesión cada vez mas maquinista, fría y deshumanizada, dentro del deterioro permanente de nuestros hospitales y las ansias de ganancia de las nuevas generaciones, para hacerme sentir un vacío anímico que de alguna manera debía llenar.

Y ha sido justamente ese desasosiego espiritual el que me ha hecho refugiarme en mi mundo interior pleno de vivencias  y como dice Rafael Tomás Caldera Pietri, en el prólogo de esta edición, en las redes de la nostalgia que me atan a la tierra, a las historias familiares, al recuento de leyendas, a la fabulación de mitos, a la tradición oral que no se pierde nunca porque es la voz del pueblo.

Marquesados, palacios de pisos embaldosados con doblones de plata, calesas doradas, miles de novillos y caballos blancos para la guardia del Libertador, familias escapadas ante el avance de la Guerra Federal, rumbo a los Andes, donde se quedaron para siempre, tierras de ejido arrebatadas por el negocio, personajes legendarios del llano y del cerro con el grito igualitario en la garganta, desde los tiempos de Ezequiel Zamora, una esperanza de redención.

Esperanza siempre presente en la voz de los narradores como los oficiales de Maisanta y el Tigre de Guaitó, quienes recordaban a sus jefes con lágrimas de vencidos.

Los eternos vencidos de este país que no han logrado nunca un triunfo, en un mundo de triunfadores donde los perdedores no tienen lugar.

Recuerdos de cuando a los llanos llegaron los gringos en busca de petróleo que transformó nuestra existencia con sismógrafos rosnantes, chorros de mene prodigioso, salarios jamás soñados, fiestas, botiquines, dinero,  carreteras, puentes sobre los rios acrencentados.

Todas las innovaciones modernas donde continuamente renace la barbarie al destruir con la dependencia nuestra manera de ser y por la influencia del dinero, selvas maderables, ríos y fauna silvestre, edificaciones históricas y hasta el estilo del venezolano común.

La inversión de una sociedad de valores estables, en un conglomerado de identidad comprometida ante la arremetida transculturizante, influida por intereses específicos que se imponen al orgullo nacional, al impulso de desarrollarnos aprovechando todas las tecnologías del universo, pero sobre nuestro basamento cultural.

Todo este espectro narrativo y reminiscente forma parte de mis libros escritos sin ninguna intención de ganar prebendas, pero con la idea de trascender en el futuro  cuando este país distorsionado encuentre su destino y los lean las nuevas generaciones, al buscar esos recuerdos que no desaparecen nunca.

Pero estoy convencido de que escribir significa un verdadero compromiso donde al comunicarnos con los demás compartimos belleza, alegrías o hechos dolorosos, pero siempre con la aspiración de dejar mensaje para el futuro.

(....) Por eso insisto en recoger la memoria del pueblo porque en ella se encuentra la sabiduría de la gente común, su poder creador, angustias y esperanzas muchas veces llenas de frustración. Además de que nuestra identidad colectiva nace del pasado y se peremniza en la nostalgia, para afrontar el porvenir en la senda del progreso, trazada sobre nuestra manera de ser.

Y esto es lo que con limitaciones trato de hacer al insistir en que mi palabra tenga un nexo verdadero con el lector corriente sin caer en esa narrativa muy valiosa, muy de moda, plena de formas intimistas y novedosas, pero sin llegar al corazón de quienes necesitan un soplo de aliento que solo la lectura puede dar. (...)






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