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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

30 de octubre de 2013

Luis Lozada, Membranzas de un Grito Altivo


Luis Lozada “El Cubiro” MEMBRANZAS DE UN GRITO ALTIVO 

Omar Carrero Araque

El Real es uno de esos pueblos que sólo aparecen señalados en los mapas como puntos dispersos en la geografía de las sabanas llaneras. El poblado se fundó en terrenos del Hato Santo Domingo de las Palmas, tal como ocurrió con muchos otros pueblos llaneros que nacieron de asentamientos humanos en las vecindades de los hatos. 

El regio apelativo del pueblo quizá hubiese quedado para llenar un espacio en los listados toponímicos de no haber sido por dos afortunadas circunstancias que se dieron en su seno y que lo han mantenido lejos del arrincono. La primera de ellas tiene que ver con una aparición mariana ocurrida a mediados del Siglo XVII cuando la imagen de Nuestra Señora del Rosario se hizo patente en la cara de una moneda de a real, un hecho que llevó a los pobladores a llamarla Nuestra Señora de El Real. 

El otro hecho relevante tiene que ver con la manifestación en uno de sus hijos, asentado en su registro civil como Luis Lozada, de un galillo estéreo que lo hizo faculto para subir al estrado de los grandes de la canta recia y sentarse sin complejos al lado de Ángel Custodio Loyola, Juan de los Santos Contreras y José Francisco Montoya. 

Este realeño, una vez percatado de la gracia de su garganta, se apodó con el nombre de un pájaro de claro canto, merodeador de los solares caseros, cuyo trino mañanero señala la llegada de un nuevo día y le avisa a la lechuza que ya viene el resplandor que le quema los ojos. Este pájaro es el Cubiro, conocido también como Cristofué y en algunas disciplinas de la ciencia como Pitangus sulphuratus; frecuenta las sabanas del llano en donde puede vérsele “cabalgando” sobre el lomo de los toros, en la doble tarea de alimentación y desparasitación. Contaba el mismo Luis Lozada allá en el Capanaparo de Doña Antonia Volcán, que en su pueblo cuando joven, tenía como diversión el juego de bolas criollas en el que se distinguió como excelente bochador, a tal punto que sus compañeros, al ver que no pelaba boche le decían que era un cubiro porque siempre estaba en “el lomo” de la bola contraria. 

Una vez en posesión de su nombre sucedáneo decidió lanzar su arrogante grito a través de la sabana para que el viento barinés, el mismo que avivó la candela de la Federación, se encargara de llevarlo más allá del horizonte, de suerte que remontara las serranías del ande y de la costa y atravesara la espesa selva de San Camilo y el caudal del Orinoco, para que las gentes de otras latitudes notaran y reconocieran su presencia como cantador de los aires llaneros. 

Vale suponer que los cultores primigenios de estos cantos, desde el legendario Cupertino Ríos hasta el Maestro José Romero, debieron haberse contentado con la llegada de El Cubiro Lozada al campo de la canta recia, pues sin duda hubieron de entender que en este nuevo valor estaría presente su noble sucesor, ya que este Cubiro con su garganta clarita y un grito de triple tañío que se sobreponía al bordoneo de Eudes Álvarez, creó una distintiva y picante manera de entrarle al Pajarillo o al Seis, un grito alegre con el que despertaba además de los sentidos, el orgullo de haber nacido en la tierra sin laderas. 

Hoy cuando se han cumplido ya 17 años desde que Luis Lozada ensilló su potro bayo para irse en espíritu, silbando periqueras a las sabanas del cielo, celebramos la buena suerte que tuvimos al momento de su viaje porque a este jinete de la copla no le alcanzó la Capotera para llevarse consigo a la palma y al mastrantal, la palanca y el canalete, el cocuyo y el turupial, el boral y la laguna, las caramas y el pajonal, la soga y el garabato, el botalón y el corral. De haberlo hecho nos hubiera dejado sin querencias!!!.

 Decimos que El Cubiro se fue al cielo en espíritu porque su cuerpo ahora descansa en la quietud de su pueblo natal, al lado del mejor acompañante que jamás hubiera imaginado, pues a escasos dos metros de su tumba está sembrado para la perpetuidad el cuerpo de Juan de Los Santos Contreras, el mismísimo Carrao de Palmarito!! 

Omar Carrero Araque 
Baquiano 
2013

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